
La idea de estar "entre la espada y la pared" no es una simple frase, sino una descripción cruda de la polarización que define nuestro presente.
Hemos puesto tanto énfasis en los derechos que hemos descuidado enseñar y exigir los deberes
Reflexiones23/06/2025 Alejandro Faúndez VeraEn Chile, como en muchas sociedades contemporáneas, se ha instalado con fuerza una narrativa centrada en los derechos. Desde temprana edad, los ciudadanos aprenden que tienen derecho a la educación, a la salud, a expresarse libremente, a ser tratados con dignidad. Esta conquista civilizatoria es incuestionable y representa un gran avance. Sin embargo, se ha producido un desequilibrio que empieza a evidenciar sus consecuencias: hemos puesto tanto énfasis en los derechos que hemos descuidado enseñar y exigir los deberes.
Esta omisión no es trivial. Los derechos, para ser garantizados, requieren de un tejido social comprometido con los deberes. Si todos cumpliéramos con nuestras obligaciones —como trabajar con honestidad, respetar las normas, cuidar el espacio público, contribuir con impuestos, tratar con respeto al otro— entonces los derechos no serían solo una promesa en el papel, sino una realidad concreta en la vida cotidiana.
La paradoja es evidente: se exige salud, pero se maltrata a los funcionarios; se reclama por educación de calidad, pero se normaliza la inasistencia o la falta de compromiso; se pide seguridad, pero se tolera el robo menor o la viveza como parte de la cultura. Se nos enseñó a reclamar, pero no a contribuir. Así, crece una ciudadanía que se siente con todo el derecho de exigir, pero con escasa conciencia de corresponder.
¿Y si el problema empieza desde la base? Quizás sea tiempo de revisar nuestro enfoque educativo. ¿No sería más formativo enseñar primero los deberes antes que los derechos? No para negar los segundos, sino para darles un soporte ético y social sólido. Un niño que aprende a respetar, a ayudar, a cumplir, a cuidar lo que es de todos, es un futuro ciudadano que no solo exigirá, sino que también estará dispuesto a hacer su parte.
Recuperar el valor de los deberes no es una regresión autoritaria ni un llamado a renunciar a los derechos. Es, por el contrario, la única forma realista y sostenible de asegurar que esos derechos lleguen a todos. Una sociedad donde cada uno asume su parte es una sociedad más justa, más humana, más funcional.
Quizás ha llegado el momento de corregir el rumbo. Enseñar que la libertad sin responsabilidad es capricho, que la justicia sin compromiso es ilusión, y que los derechos sin deberes no son derechos plenos, sino privilegios injustamente distribuidos.
La idea de estar "entre la espada y la pared" no es una simple frase, sino una descripción cruda de la polarización que define nuestro presente.
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