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MIGUEL MOYA: VERDADERO TESORO VIVO DE HUALAÑÉ

Nos cuenta parte de su historia, y la de Hualañé...

Hualañé22/03/2025 Javiera Monsalve
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Don Miguel Moya hoy es un hombre cargado de emociones. Sus ojos se ponen vidriosos cuando cuenta su vida. Pero la razón de sus lágrimas no la cuenta.

Don Miguel nació en Hualañé en 1950, y de joven se fue a Santiago a rebuscarse la vida. Allá vivió 10 años y se casó. Ahora jubilado y viudo, se emociona cuando habla de su primera mujer y otras cosas.

Cuando le pregunto cómo era antes Hualañé, me responde: “Hualañe era chiquito. Todos nos conocíamos. Ahora se perdió ese vínculo. Yo ya no conozco a nadie. Han muerto muchos. Ahora hay otras generaciones. El pueblo se ha poblado entero ya. Antes los caminos eran todos de piedra. Esteros pasaban”.

Sobre los inicios de la economía de Hualañé, cuenta: “Agricultores la gran mayoría, y había como 3 negocitos de abarrotes. Después vinieron los aserraderos. Y ahí se levantó un poco Hualañé. Mis hijos ya tienen 50 años, hicieron familia, levantaron otras casas”, cuenta.

“Se mantiene el hospital, la ubicación. La municipalidad, el colegio. A palos nos enseñaban, eran duros. Los papás los autorizaban para que nos pegaran. La letra con sangre adentro. A palos. O a mí por lo menos. Ahora cambió mucho”, cuenta.

“El hospital se llamaba Casa del Socorro. Así partió. Habían unas 800 personas en Hualañé”, recuerda don Miguel.

“Me gusta todo de Hualañé. Es tranquilo. Yo recorrí Santiago mucho. Yo me fui a Santiago pero siempre pensé en volver”, afirma.

Ahora dueño de casi toda la punta de diamante de la entrada del pueblo, recorre sus esforzados inicios, y los varios oficios que ejerció a lo largo de su vida para ganarse la vida.

“Siempre yo fui mecánico. Después me dediqué a arreglar autos en la calle. Antes de tener un servicio técnico. También fui taxista. Fui micrero en Santiago. Me compré una micro. Me compré un taxi, porque llegué sin ni uno”, afirma. “No me gustaba trabajar de micrero, pero seguí igual”.

“Trabajé de mecánico, me hice maestro especializado en caja de cambio en Santiago. Después me hice mecánico ambulante. Me especialicé en radiadores. Aprendí el oficio solo. Hasta 2 años atrás dejé los radiadores”.

“También aprendí de panadero. Le pedí a una persona que me enseñara e hice una panadería aquí”, afirma. 

Con 75 años dice que “ya no se la puede”, por eso ahora está jubilado. “Como todo joven a los 18 años era pololero, picaflor. Tenía varias pololas. Y mi señora me aguantaba todo. Le dio alzheimer a mi señora. Terrible”. Con su esposa fallecida, sin embargo, ha rehecho su vida. “Estoy pololeando otra vez. Llevamos casi 3 años”.

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